CINECLUB ASOCIACIÓN AMIGOS DE LA NAU GRAN. GRANDES DIRECTORES, GRANDES PELÍCULAS: Gran Torino de Clint Eastwood, 10 junio, 2011. 17:30 horas, en Aula de la Calle Guardia Civil, 23.
GRAN TORINO. Nacionalidad: Australia, Estados Unidos 2008. Producción: Clint Eastwood, Bill Gerber, Robert Lorenz, James Murakami, Jerry Bruckheimer. Director: Clint Eastwood. Guión: Nick Schenk sobre argumento de Dave Johannson y Nick Schenk. Fotografía: Tom Stern. Musica: Kyle Eastwood y Michael Stevens. Montaje: Joel Cox y Gary Roach. Interpretes: Clint Eastwod, Geraldine Hughes, Christopher Carley, Bee Vang, Ahney Her, Brian Haley, Duración: 116 minutos.
La obra de Clint Eastwood: Un vaquero llega a un poblado, un jinete que viene de allí –como tantos otros en los filmes del oeste– y va para allá. Antes de realizar tan extraño trayecto que le llevará a un lugar lejano donde resolver otro entuerto o al mismo lugar de donde vino, deberá llevar a cabo su misión en ese mismo, o en otro lugar. El comienzo de Infierno de cobardes no es muy distinto al de muchos westerns, sean o no interpretados por Eastwood. En esa llegada hay bastante del western clásico, pero también mucho, por el ambiente, por el pueblo, por la forma de estar realizado, del cine de Leone al que tanto deberá Eastwood. Los errores de ritmo y lo exagerado de la planificación sirve para presentar a un director que de una manera o de otra quiere hacerse notar. El primerizo western de Clint Eastwood. como director es un esbozo tanto de su cine como de su obra, pero sobre todo un borrador de la más entonada, y al mismo tiempo más demencial, Jinete pálido. En ambos títulos, al igual que en todo su cine, se habla de una venganza, de un complot y también de la obligatoriedad de cumplir, o pagar, por lo que se ha hecho o se deja de hacer. No faltan, aquí y allá, personas que individualmente o en grupo ocultan su cobardía, inmersos en grandes negocios fraudulentos apoyados por la traición, el rencor o el dinero (…) El filme se centra en un asesinato bendecido por la ley o por el poder: Injusticia de la justicia. Y, como en el caso de Poder absoluto, puede provenir del propio presidente de Estados Unidos, dispuesto a borrar su noche de borrachera y lujuria con el silencio de sus poderosos servicios de seguridad. Aunque queda claro, en ese filme, como en otros del autor, que al fin y al cabo cualquiera puede ser el otro. Para entender tal aserto basta ver la escena en que el presidente se mira en el falso espejo como si se viese en el ladrón que hay al otro lado. La habilidad con la que define a los personajes con pinceladas certeras en Poder absoluto no es algo nuevo en su cine, ya que se extiende a toda su obra: algo que se encuentra ya en Infierno de cobardes. La llegada al pueblo del jinete, las órdenes que va dando, la posesión brutal de la mujer va recreando un determinado personaje cuyas acciones dibujan todo un planteamiento psicológico. Pero no será Infierno de cobardes el único filme-esbozo de Eastwood. Hay muchos que se estructuran como meros borradores de obras posteriores. Al menos El fuera de la ley lo será también de Sin perdón, como Primavera en otoño lo terminaría siendo de Los puentes de Madison (…) Por un puñado de dólares no sólo dará nuevas, y esperanzadoras, alas a la carrera de Sergio Leone, y de rebote al apogeo del spaghetti-western, sino que crea un personaje tan significante y significativo como el hombre sin nombre que encarna Clint Eastwood. Un personaje que para bien o para mal ya nunca le abandonará. El actor, antes de interpretar esta película italiana, no era mas que un secundario o un actor de reparto de un futuro más bien incierto. Su decisión de venir a Europa y convertirse en actor fue arriesgada. Pero sin duda meditada. Sabía lo que se jugaba y no le importó.
En algunas filmografías aparece el actor como uno de los co-guionistas del primer western de Leone. No sé hasta qué punto eso será cierto, pero sí lo es que el actor trabajó, meditó mucho para crear, moldear, su personaje, que desde ese momento será personal. Un insólito anti-héroe del oeste, sin nombre, envuelto constantemente en su poncho, con un puro (probablemente el mismo) que nunca abandona, desastrado, siempre con la misma hosca expresión que casi se puede enunciar como inexpresiva. Un hombre sin nombre que ira recreando, enriqueciendo película a película, adornándole con cualidades, positivas o negativas, jamás vistas o admitidas por el western clásico. Algunas admirables como ese falso manco de La muerte tenía un precio que nunca usa la mano derecha (de ahí su apodo) para tenerla siempre disponible a la hora de utilizar el revólver (…) De un artículo de Adolfo Bellido en la revista de cine digital www.encadenados.org
La película: Mucho se ha especulado sobre este último filme de Eastwood, cuyo pulso cinematográfico no parece temblar con la edad, ni delante ni detrás de las cámaras. Porque si hay algo de cierto en esta magnífica Gran Torino es que el sargento de hierro no ha dudado en enfrentarse a todos los fantasmas que pudieran acecharle, tanto de los entusiastas como de sus críticos. Los rumores sobre su retirada como actor (que no como realizador) llevaron a pensar si Eastwood podría hacer un guiño a su dilatada trayectoria y encarnar de nuevo al inspector Harry Callahan (rumores que por cierto el mismo Eastwood se había encargado de difundir jocosamente) o si nos daría su particular visión sobre los males que aquejan a la sociedad occidental, y más particularmente la estadounidense, tal y como ha venido haciendo desde los más diversos enfoques en los últimos años. La respuesta es que sí, efectivamente, pero que no, no del todo. Es cierto que Callahan está presente, pero sólo en espíritu. El bueno de Clint parece saber que no están los tiempos para Smith's & Wesson del 45 de cañón largo, y se permite el lujo de ser política y éticamente correcto (ambas cosas no siempre van juntas). Así, cuando en cierta secuencia todos creemos que alarga la mano hacia el interior de su chaqueta con objeto de sacar un arma capaz de tumbar un elefante, nos quedamos gratamente sorprendidos cuando lo único que emerge es su dedo, desafiante, pero inofensivo...
Para los no demasiado sutiles, quizá el personaje de Kowalsky pueda aparecer como un viudo cascarrabias con demasiados prejuicios y poca paciencia... pero para los ya bastante avisados, el viejo Walt no es más que un caballero de otro tiempo con sus propias convicciones, demasiado arraigadas como para no resultar algo molestas, aunque no por ello perfectamente revisables a la luz de los acontecimientos. Un anciano conservador no es necesariamente un viejo idiota, y Kowalsky no puede dejar pasar todo aquello que pueda enseñar a jóvenes como Thao (un oriental desorientado, valga la redundancia, al que tutelará de forma poco ortodoxa aunque siempre efectiva), pero tampoco deja de ser receptivo a lo que los jóvenes le muestran: que junto a la generosidad, perviven a través de las generaciones la estupidez y la violencia gratuita.
Impagables las secuencias junto al barbero italiano o al jefe de obra irlandés en las que el viejo Walt enseña cómo debe hablar un verdadero hombre a Thao, así como la dialéctica gastronómico-racista que mantiene con la joven Sue, hermana de aquél. Tales secuencias, que pondrán los pelos de punta a más de uno de esos bienpensantes que abundan por las Américas, constituyen uno de los puntos fuertes de un filme con un humor más inteligente de lo que podría imaginarse si sólo atendiéramos a los exabruptos... Mención aparte merecen las relaciones con su familia, un grupo de ignorantes desapegados y egoístas de clase media/alta americana, pero sobre todo, las conversaciones con el párroco, insistente e inexperto guía espiritual. Eastwood no está dispuesto a dar explicaciones a quienes se las exigen; si acaso, ya se ocupará de darlas a quienes las necesitan. Un simple gruñido de Eastwood puede decir más que las largas parrafadas de un crítico rendido ante su grandeza. Extracto de la crítica de Ángel Vallejo en la revista de cine digital www.encadenados.org
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