29/6/12

ALGO QUE CONTAR

Este relato escrito por Silvia Moya, es el ganador del Concurso de Relatos del Hospital La Fe, de Valencia. Nos lo envia nuestra amiga Magdalena Navarro.



Mateo 7:7-12 – ‘’ Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os
abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que
llama, se le abrirá’’

Un día cualquiera. Sin imaginarlo, recordaré la fecha de hoy. Hoy es jueves 23
de junio de 2011. Acudo a la consulta del ginecólogo sin más pretensiones que
terminar pronto. Le he comentado a Luis que no hacía falta que viniera a la
ecografía. Es un mero trámite de la semana 26 para confirmar medidas y
evolución del feto. Sin embargo, tardan demasiado. Nos han repetido la prueba
dos veces, pausa incluida. Han llamado a más doctores para contrastar
opiniones. Expresiones extrañas. Murmullos. Silencio. Nos incorporamos todos
a la vez, encienden una luz. Señora, abróchese el pantalón. Será mejor que se
sienten. Ni me siento señora ni necesito esperar a abrocharme el pantalón para
escuchar a qué viene tanto desconcierto.
La explicación suena en mis oídos y no acabo de asimilar demasiado bien la
situación. Todavía estamos a tiempo. Hay una solución. Proponen una
resonancia el martes 28 de junio que diagnosticará la dimensión de la gravedad
del daño en el feto. Mi marido se derrumba, yo le digo que lo superaremos.
Realmente no soy consciente del deambular que nos espera.
Con el tiempo han regresado a mi mente palabras que pronunciamos hace
años: En la salud y en la enfermedad, en la alegría y en la tristeza, en la
riqueza y en la pobreza. No se trata de votos incondicionales, sino de un amor
responsable, consciente de casi todos los obstáculos que nos puede deparar el
suceder de los días y de la elección de la compañía para recorrer el camino:
Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar. Es cierto, se hace camino al
andar. Siempre y cuando se tengan ganas y fuerzas para continuar.
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Miércoles 13 de julio de 2011
Es difícil olvidar aquel jueves en el que el diagnóstico fue tan inesperado.
Menos mal que hice caso omiso de sus palabras y la acompañé a la consulta.
Dudo que una pareja que esté esperando un hijo esté preparada para asumir
tal situación. Nos inundó una sombra alargada y oscura que cegó nuestra
vista. Solemos creer que cuando el test de embarazo da positivo no hay nada
más que perturbe nuestra ilusión. Pero el resultado forma parte del proceso. Y,
en nuestro caso, es un proceso que nos está asfixiando.
Todavía recuerdo las veces que decidimos no tener más hijos. Ella insistía. No
es culpa de nadie. Son cosas que pasan. Supongo que es lo que se dice para
consolar a aquellos que no encuentran consuelo. Suena en mi mente la letra de
una canción sobre el boulevard de los sueños rotos. Sueños rotos.
Y no puedo más que observar en silencio. Y en silencio la veo llorar. Sus
lágrimas caen intermitentes. Mira sin ver. Su mirada se pierde en algún recodo
de su pensamiento. Se amontonan en su cabeza preguntas. No encuentra
respuestas. Intento abrazarla y se escurre entre mi alma. Me pregunto si
volverá a reír, si sus ojos volverán a sonreír. De repente su llanto inunda todo y
llora sin importarle nada más que aquello que hace que se desgarre por dentro.
Y la tristeza es su compañera. También la mía.
Como si de un peso infinito se tratara, cae sobre nosotros la vida. De repente
se nos ha echado la vida encima sin avisar. Nos ha zarandeado de cualquier
manera.
Desde hace varias semanas nuestra vida consiste en un deambular de
hospitales con un diagnóstico distinto. El feto sufre una malformación grave.
Pidan una segunda opinión. Es probable que su bebé muera intraútero. No
apreciamos el diagnóstico del resto de profesionales. Desconocemos por qué
razón no crece. El resultado de la resonancia no indica ningún daño en el feto,
pero las ecografías presentan un cuadro de difícil diagnóstico. Sólo podemos
esperar y ver cómo se desarrolla su embarazo. Y el tiempo parece haberse
estancado. Todo parece haberse estancado, incluso la vida misma.
Revisamos las citas médicas a las que hemos de acudir. Dentro de la bolsa con
el logotipo de un hospital privado, con todo el historial médico y las pruebas
realizadas, nos dirigimos a escuchar palabras que no deseamos oír. No las
queremos oír porque duelen, porque destrozan todas nuestras ilusiones,
porque ella llora de impotencia, porque contribuimos a ser un dato más de las
estadísticas negativas, porque esas palabras hacen que todo se vuelva gris
oscuro. De nuevo otra ecografía. Otra más entre otras muchas más realizadas.
Una nueva observación. Otro silencio. Más lágrimas. Ciencia inexacta.
Últimamente dice que no se encuentra bien. Me pregunto quién puede
encontrarse bien en esta situación. Y siento que nadie se apiada de nosotros.
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Lunes 18 de julio de 2011
He madrugado para la extracción de sangre. Si pudiera decir que todo me
resulta indiferente encontraría alivio, pero en verdad todo me parece
angustiante. Estar embaraza sin saber si tu bebé va a nacer o en qué
condiciones nacerá me hunde en un pozo de amargura y ansiedad. Me
pregunto sobre mi vida, sobre mi pareja, sobre mi trabajo, sobre mi familia. No
es un intento de frivolidad, simplemente es que no estaba preparada para que
me arrebataran la voluntad de decidir. No sé qué va a ser de mí. De repente
odio todo lo que me rodea. Odio que esta situación me haya tocado a mí. Odio
palabras sobre moral y lecciones de integridad. Odio saber que por más que
grite nada se va a solucionar. Porque nada depende de mí.
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Miércoles 20 de julio de 2011
Silvia está ingresada en el Hospital público La Fe. Nos han remitido
directamente a urgencias alertados por los resultados del análisis de sangre.
No encuentro hueco entre los brazos de mi mujer. La encuentro desanimada.
En realidad no la encuentro. Sus constantes vitales aparecen alteradas. Han
empezado a inyectarle corticoides para la maduración pulmonar del bebé.
Cada cinco horas le vuelven a tomar la tensión. Le están controlando la
diuresis. Vuelven a repetir analíticas de sangre y de orina. Tengo la sensación
de ser el protagonista en la película equivocada, donde nadie es capaz de
cambiar el guión.
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Madrugada del jueves al viernes 22 de julio
Cerca de las cuatro de la madrugada, dos médicos de guardia se han
presentado en la habitación para explicarnos que el cuadro del síndrome que
padezco se está agudizando tanto que no saben si podrán aguantarme hasta el
viernes. Han de finalizar con el embarazo antes de que la situación sea
irreversible. Por si todos los síntomas no fueran suficientes, nos informan que
se añade el riesgo de encharcarse los pulmones. Perpleja les pregunto si me lo
pueden volver a repetir. Obtengo una negativa por respuesta. Sin capacidad de
actuación, sólo cabe confiar. Confiar en qué. Confiar en quién. Seguimos
sumando. Seguimos restando. Sumando miedos, restando esperanzas. Me
siento al borde del bordillo. Y las lágrimas vuelven a aparecer.
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Viernes 22 de julio de 2011
Sobre las nueve de la mañana la han bajado a quirófano. Resignadamente
asumimos las consecuencias de la vida.
El silencio empieza a gritar. El grito de Munch es la expresión de nuestra alma
en estos instantes.
Y entre el ruido y las prisas nace Marta.
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Jueves 15 de septiembre de 2011
No solemos imaginar que los médicos se equivocan. Y afortunadamente, se
equivocan. No son dioses, aunque en determinadas circunstancias
pretendamos que lo sean. Tenemos otra niña en la familia. Nació el 22 de julio
tras muchas complicaciones. La niña llegó a pesar 800 gramos. Ahora pasa del
kilo y medio. Seguimos en el hospital.
Silvia se ha recuperado sin ningún tipo de secuelas del Síndrome de Hellp*.
Nos hemos ido adaptando a las imposiciones de esta vida que nos ha tocado, y
que al final nos ha acariciado con su varita mágica.
A Marta le dan el alta hoy 15 de septiembre de 2011. Pesa 2,040 kg, 54 días
abriendo y cerrando los ojos con el corazón encogido ante todo lo que hemos
presenciado, sentido y en ocasiones escondido. Todo lo vivido y omitido
permanecerá en nuestra memoria, aunque solo sea para recordar que hay que
festejar el milagro de la vida. Dar gracias a la vida por hacernos partícipes de la
misma. Simplemente por vivir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La biblioteca del paciente del Hospital La Fé, convoca anualmente un consurso de Relatos entre los pacientes hospitalizados. Me ha parecido de interés dar a conocer a los asociados las actividades culturales que desde la biblioteca se realizan opara motivarlos y que su larga estancia sea mas positiva. Esto se llama "biblioterapia" Y es un termino muy real saludos Magdalena