Los que sigan las exposiciones del IVAM
recordaran como a lo largo de estos últimos años el museo ha venido realizando
una serie de muestras temáticas en las que se ha analizado de una forma
sistemática y pormenorizada los distintos aspectos de la obra de Pinazo. La
pinacoteca valenciana posee una colección de 94 pinturas y 400 dibujos
adquirida a los descendientes del pintor y completada con donaciones de la
familia, lo que la convierte en el museo con más obras de este artista. En
general se puede decir que son obras con aspectos estéticos más abstractos en
comparación con el resto de su producción.
Por su parte el San Pío V
guarda entre sus fondos 60 pinturas y 108 dibujos que se ajustan principalmente
a una técnica más figurativa y realista que las del IVAM tocando una temática
relacionada con el entorno cercano a Pinazo, con retratos de su familia y
amigos.
Ahora,
aprovechando que en este año se cumple el centenario de la concesión de la
Medalla de Honor en la Exposición Nacional a Pinazo, el IVAM y el Museo de
Bellas Artes han unido sus fondos en busca de establecer un diálogo entre sus
colecciones. De las 134 obras que integran la exposición las 70 que se muestran
en el IVAM son principalmente retratos y figuras y las 64 del Museo de Bellas
Artes se centran en el paisaje y en naturalezas muertas aunque también se puede
ver algún que otro retrato ambientado al aire libre. Hay dibujos que se
remontan a 1915 y oleos que van de 1870 a 1912.
Desde
su voluntario retiro en Godella para alejarse de los convencionalismos del
mundo del arte de su época su interés se centra en la vida del pueblo, en sus
gentes, sus paisajes y sus fiestas populares plasmadas en una obra pequeña que,
tal vez por ello, durante mucho tiempo no ha sido apreciada por la crítica.
Como él decía: “Poco sabe el que no sabe agrandar lo pequeño y disminuir lo
grande. ¡Qué poco se necesita para decir mucho!”
La pintura de Pinazo es
mucho menos espectacular que la de Sorolla, pero es mucho más auténtica y
estéticamente mucho más comprometida. Por eso es interesante recordar lo que Sorolla dijo sobre Pinazo en su
discurso de ingreso a la Academia de San Fernando: “Pinazo fue un filósofo que basaba sus
razonamientos en la observación constante de la naturaleza”... “En nuestra
juventud sustituí la labor educadora de Pinazo a la de Domingo. Si en alguna
cosa salimos perdiendo, ganamos, en cambio, en muchas otras: olvidamos la
pastosidad, pero ganamos en amor a la línea, viviendo más en contacto con la
vida bulliciosa de Valencia; no había fiesta a la que no fuésemos con nuestras
cajas, siguiendo el ejemplo del maestro, para sorprender los espectáculos
públicos en su máximo apogeo. Realmente, en este sentido la juventud de
entonces le debe mucho. Pinazo estaba en todas partes sin abandonar nunca su
caja de apuntes; se le veía en las fiestas, en los mercados de la playa,
descubriendo y persiguiendo los encantos del arte popular, y puede ser fue el
maestro que en ese sentido trabajó
más de todos los de su época; fue un incitador de las energías artísticas
regionales...”. Con estas palabras Sorolla reconoce la influencia de Pinazo y,
como señala Vicente Aguilera, “... su condición de precursor del peculiar,
heterodoxo y no siempre imitativo “impresionismo” valenciano, la tendencia
etiquetada como un “instantismo” o “iluminismo” que después –era inevitable-
con el tiempo generaría tópicos innumerables, primero a favor y luego en contra
de sus seguidores y epígonos.”
Esta exposición nos da la oportunidad
de apreciar la pluralidad de registros y la versatilidad de este gran pintor y
admirar tanto su fase de pintor realista y académico como la modernidad de su
obra. Modernidad que radica no sólo en esos toques de espátula, ese inacabado o
esos rayados tan característicos, sino, también, en los temas escogidos, en la
manera de abordar lo cotidiano, los pequeños detalles de la vida que le rodea,
o en la factura abocetada y manchada, en la que algunos ven un claro homenaje a
Goya.
Manuela García
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