Mateo 7:7-12 –
‘’ Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os
abrirá. Porque
todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que
llama, se le
abrirá’’
Un día cualquiera.
Sin imaginarlo, recordaré la fecha de hoy. Hoy es jueves 23
de junio de 2011.
Acudo a la consulta del ginecólogo sin más pretensiones que
terminar pronto. Le
he comentado a Luis que no hacía falta que viniera a la
ecografía. Es un
mero trámite de la semana 26 para confirmar medidas y
evolución del feto.
Sin embargo, tardan demasiado. Nos han repetido la prueba
dos veces, pausa
incluida. Han llamado a más doctores para contrastar
opiniones.
Expresiones extrañas. Murmullos. Silencio. Nos incorporamos todos
a la vez, encienden
una luz. Señora, abróchese el pantalón. Será mejor que se
sienten. Ni me
siento señora ni necesito esperar a abrocharme el pantalón para
escuchar a qué
viene tanto desconcierto.
La explicación
suena en mis oídos y no acabo de asimilar demasiado bien la
situación. Todavía
estamos a tiempo. Hay una solución. Proponen una
resonancia el
martes 28 de junio que diagnosticará la dimensión de la gravedad
del daño en el
feto. Mi marido se derrumba, yo le digo que lo superaremos.
Realmente no soy
consciente del deambular que nos espera.
Con el tiempo han
regresado a mi mente palabras que pronunciamos hace
años: En la salud y
en la enfermedad, en la alegría y en la tristeza, en la
riqueza y en la
pobreza. No se trata de votos incondicionales, sino de un amor
responsable,
consciente de casi todos los obstáculos que nos puede deparar el
suceder de los días
y de la elección de la compañía para recorrer el camino:
Todo pasa y todo
queda, pero lo nuestro es pasar. Es cierto, se hace camino al
andar. Siempre y
cuando se tengan ganas y fuerzas para continuar.
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Miércoles 13 de julio
de 2011
Es difícil olvidar
aquel jueves en el que el diagnóstico fue tan inesperado.
Menos mal que hice
caso omiso de sus palabras y la acompañé a la consulta.
Dudo que una pareja
que esté esperando un hijo esté preparada para asumir
tal situación. Nos
inundó una sombra alargada y oscura que cegó nuestra
vista. Solemos
creer que cuando el test de embarazo da positivo no hay nada
más que perturbe
nuestra ilusión. Pero el resultado forma parte del proceso. Y,
en nuestro caso, es
un proceso que nos está asfixiando.
Todavía recuerdo
las veces que decidimos no tener más hijos. Ella insistía. No
es culpa de nadie.
Son cosas que pasan. Supongo que es lo que se dice para
consolar a aquellos
que no encuentran consuelo. Suena en mi mente la letra de
una canción sobre
el boulevard de los sueños rotos. Sueños rotos.
Y no puedo más que
observar en silencio. Y en silencio la veo llorar. Sus
lágrimas caen
intermitentes. Mira sin ver. Su mirada se pierde en algún recodo
de su pensamiento.
Se amontonan en su cabeza preguntas. No encuentra
respuestas. Intento
abrazarla y se escurre entre mi alma. Me pregunto si
volverá a reír, si
sus ojos volverán a sonreír. De repente su llanto inunda todo y
llora sin
importarle nada más que aquello que hace que se desgarre por dentro.
Y la tristeza es su
compañera. También la mía.
Como si de un peso
infinito se tratara, cae sobre nosotros la vida. De repente
se nos ha echado la
vida encima sin avisar. Nos ha zarandeado de cualquier
manera.
Desde hace varias
semanas nuestra vida consiste en un deambular de
hospitales con un
diagnóstico distinto. El feto sufre una malformación grave.
Pidan una segunda
opinión. Es probable que su bebé muera intraútero. No
apreciamos el
diagnóstico del resto de profesionales. Desconocemos por qué
razón no crece. El
resultado de la resonancia no indica ningún daño en el feto,
pero las ecografías
presentan un cuadro de difícil diagnóstico. Sólo podemos
esperar y ver cómo
se desarrolla su embarazo. Y el tiempo parece haberse
estancado. Todo
parece haberse estancado, incluso la vida misma.
Revisamos las citas
médicas a las que hemos de acudir. Dentro de la bolsa con
el logotipo de un
hospital privado, con todo el historial médico y las pruebas
realizadas, nos
dirigimos a escuchar palabras que no deseamos oír. No las
queremos oír porque
duelen, porque destrozan todas nuestras ilusiones,
porque ella llora
de impotencia, porque contribuimos a ser un dato más de las
estadísticas
negativas, porque esas palabras hacen que todo se vuelva gris
oscuro. De nuevo
otra ecografía. Otra más entre otras muchas más realizadas.
Una nueva
observación. Otro silencio. Más lágrimas. Ciencia inexacta.
Últimamente dice
que no se encuentra bien. Me pregunto quién puede
encontrarse bien en
esta situación. Y siento que nadie se apiada de nosotros.
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Lunes 18 de julio
de 2011
He madrugado para
la extracción de sangre. Si pudiera decir que todo me
resulta indiferente
encontraría alivio, pero en verdad todo me parece
angustiante. Estar
embaraza sin saber si tu bebé va a nacer o en qué
condiciones nacerá
me hunde en un pozo de amargura y ansiedad. Me
pregunto sobre mi
vida, sobre mi pareja, sobre mi trabajo, sobre mi familia. No
es un intento de
frivolidad, simplemente es que no estaba preparada para que
me arrebataran la
voluntad de decidir. No sé qué va a ser de mí. De repente
odio todo lo que me
rodea. Odio que esta situación me haya tocado a mí. Odio
palabras sobre
moral y lecciones de integridad. Odio saber que por más que
grite nada se va a
solucionar. Porque nada depende de mí.
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Miércoles 20 de julio
de 2011
Silvia está
ingresada en el Hospital público La Fe. Nos han remitido
directamente a
urgencias alertados por los resultados del análisis de sangre.
No encuentro hueco
entre los brazos de mi mujer. La encuentro desanimada.
En realidad no la
encuentro. Sus constantes vitales aparecen alteradas. Han
empezado a
inyectarle corticoides para la maduración pulmonar del bebé.
Cada cinco horas le
vuelven a tomar la tensión. Le están controlando la
diuresis. Vuelven a
repetir analíticas de sangre y de orina. Tengo la sensación
de ser el
protagonista en la película equivocada, donde nadie es capaz de
cambiar el guión.
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Madrugada del
jueves al viernes 22 de julio
Cerca de las cuatro
de la madrugada, dos médicos de guardia se han
presentado en la
habitación para explicarnos que el cuadro del síndrome que
padezco se está
agudizando tanto que no saben si podrán aguantarme hasta el
viernes. Han de
finalizar con el embarazo antes de que la situación sea
irreversible. Por
si todos los síntomas no fueran suficientes, nos informan que
se añade el riesgo
de encharcarse los pulmones. Perpleja les pregunto si me lo
pueden volver a
repetir. Obtengo una negativa por respuesta. Sin capacidad de
actuación, sólo
cabe confiar. Confiar en qué. Confiar en quién. Seguimos
sumando. Seguimos
restando. Sumando miedos, restando esperanzas. Me
siento al borde del
bordillo. Y las lágrimas vuelven a aparecer.
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Viernes 22 de julio
de 2011
Sobre las nueve de
la mañana la han bajado a quirófano. Resignadamente
asumimos las
consecuencias de la vida.
El silencio empieza
a gritar. El grito de Munch es la expresión de nuestra alma
en estos instantes.
Y entre el ruido y
las prisas nace Marta.
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Jueves 15 de septiembre
de 2011
No solemos imaginar
que los médicos se equivocan. Y afortunadamente, se
equivocan. No son
dioses, aunque en determinadas circunstancias
pretendamos que lo
sean. Tenemos otra niña en la familia. Nació el 22 de julio
tras muchas
complicaciones. La niña llegó a pesar 800 gramos. Ahora pasa del
kilo y medio.
Seguimos en el hospital.
Silvia se ha
recuperado sin ningún tipo de secuelas del Síndrome de Hellp*.
Nos hemos ido
adaptando a las imposiciones de esta vida que nos ha tocado, y
que al final nos ha
acariciado con su varita mágica.
A Marta le dan el
alta hoy 15 de septiembre de 2011. Pesa 2,040 kg, 54 días
abriendo y cerrando
los ojos con el corazón encogido ante todo lo que hemos
presenciado,
sentido y en ocasiones escondido. Todo lo vivido y omitido
permanecerá en
nuestra memoria, aunque solo sea para recordar que hay que
festejar el milagro
de la vida. Dar gracias a la vida por hacernos partícipes de la
misma. Simplemente
por vivir.
1 comentario:
La biblioteca del paciente del Hospital La Fé, convoca anualmente un consurso de Relatos entre los pacientes hospitalizados. Me ha parecido de interés dar a conocer a los asociados las actividades culturales que desde la biblioteca se realizan opara motivarlos y que su larga estancia sea mas positiva. Esto se llama "biblioterapia" Y es un termino muy real saludos Magdalena
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