El 6 de noviembre vamos a ver la ópera de R. Wagner "La Valquiria" en el Palau de Les Arts. A los treinta agraciados en el sorteo (a partir del número 20 del registro) ya se les ha avisado para que ingresen el importe.
Dentro del año en el que se conmemoran los
doscientos del nacimiento de Richard Wagner, el Palau de les Arts ha programado
esta ópera, la segunda y más popular de la tetralogía del Anillo del Nibelungo, a cuya composición el
gran compositor alemán dedicaría 26 años de su vida. La obra es, probablemente,
lo más cercano al concepto de arte total con el que Wagner calificaba a la
ópera en general.
Estrenada en Múnich el 26 de junio
de 1870 está
dividida en tres actos, con una duración total de casi cinco horas. Wagner no
sólo compuso la música sino que también escribió el libreto inspirándose en la
mitología nórdica.
El fragmento más conocido
es la Cabalgata de las valquirias, que
sirve de introducción al tercero y último acto describiendo a las guerreras
semidiosas.
La esencia de ‘Die Walküre’ estriba en su
capacidad para mostrar las miserias y grandezas del ser humano, sus
limitaciones y ambiciones, sus perversidades y sus actitudes más nobles y
generosas. Y he aquí que tanto los dioses como los seres humanos, los
nibelungos o los gigantes del mundo imaginario wagneriano cobren una dimensión
universal, al margen de la condición de cada uno de esos seres y criaturas. La
grandeza de Wagner
se encuentra en la universalidad de su mensaje: el amor lo redime todo, incluso a la muerte.
La historia
transcurre un largo periodo de tiempo desde de los hechos acaecidos en El oro del Rin. Wotan ha sido padre de nueve valquirias,
mujeres guerreras que llevan al Walhalla (la morada de los dioses) los héroes
muertos en combate. Tras perder el dios Wotan el
codiciado anillo del nibelungo Alberich, ahora en manos del gigante Fafner, el
dios ha elaborado un plan: recuperar la poderosa sortija a través de un héroe
mortal que, libre de sus limitaciones inherentes a los pactos divinos, le
restituya la alhaja perdida.
La
ópera da comienzo cuando en una noche de tempestad, Siegmund, perseguido por
los enemigos y herido, busca refugio en el bosque y llega a la cabaña de
Hunding. Siegmund —fruto de la unión del dios Wotan con
una mortal—queda prendado de la esposa de éste, que no es otra que su hermana gemela
Sieglinde. Tras conquistar Siegmund la espada Notung, los gemelos incestuosos
emprenden la huida de Hunding con la protección de la valquiria Brünnhilde por
deseo de su padre, Wotan. Pero Fricka, su esposa, se opone. La diosa,
protectora de los matrimonios, reclama del dios que restablezca el orden
turbado y la condena de amor incestuoso, haciendo morir a Siegmund. Contrariado, el dios condena a muerte a Siegmund y le
retira el amparo de la piadosa Brünnhilde. La diosa guerrera, conmovida
desobedece a su progenitor para salvar a la pareja y al hijo que Sieglinde
porta en su vientre, Siegfried, el héroe puro. Encolerizado al descubrir la
traición, el dios soberano permite a Hunding asesinar a Siegmund tras romper en
pedazos su poderosa espada. Brünnhilde con la malograda Sieglinde en su corcel
busca refugio en sus ocho hermanas valquirias Gerhilde, Ortlinde, Waltraute,
Schwertleite, Helmwige, Siegrune, Grimgerde y Rossweisse. Pero apenas deja
escapar a Sieglinde, la valquiria es sorprendida por su padre, quien,
inflexible, le priva de su inmortalidad y la sume en un sueño profundo, para
que la posea el primer hombre que la despierte. Conmovido por el afecto hacia
su hija favorita, Wotan acepta su último deseo: ser rodeada por una cortina de
fuego que sólo podrá atravesar aquel que no tema la lanza del dios soberano. Wotan
dirige un último saludo a su predilecta, la besa largamente sobre los ojos y la
duerme.
Luego la cubre con un escudo. Súbitamente la circundan las llamas.
Wotan se retira, no sin antes expresar su último deseo: "¡Jamás atraviese
el fuego quien tema la punta de mi lanza!".
Manuela García
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