La
italiana en Argel narra la historia de Isabella, una italiana que se va a
Argelia para conseguir la libertad de su amado, Lindoro, esclavo del hombre más
poderoso del país, Mustafá.
Estrenada el 22 de mayo de 1813 en
el teatro San Benedetto de Venecia, La italiana en Argel es una clásica
ópera bufa de tema "musulmán" como lo fue años antes, El rapto en
el serrallo, de Mozart, a la que Rossini tuvo en cuenta al componerla. La
escena se sitúa en el palacio del bey de Argel, Mustafá, un autócrata
que algo cansado de su actual esposa
desea cambiarla por otra, a ser posible italiana. Da la casualidad de
que Isabella, una italiana, anda recorriendo las costas de Argel intentando rescatar
a su amado, Lindoro, que presta sus servicios al bey en calidad de esclavo.
Isabella cae prisionera y luego es entregada al bey, pero la intrépida italiana
se las arregla para conseguir que un atónito Lindoro esté a su servicio, día y
noche, dando pie a los enredos y engaños subsiguientes.
La italiana en Argel vuelve a un sub-género muy apreciado en el siglo
XVIII, que evidencia una marcada predilección por el exotismo, en este caso la
llamada "ópera turca" en la que el temido invasor otomano, siempre al
acecho del territorio europeo, era ridiculizado en estas comedias que lo
convertían en objeto de burla. Se trata, sin duda, de una obra menor, de
Rossini y del repertorio operístico en general que tuvo un gran éxito debido a su
trepidante partitura y a su divertida historia.
Desarrollada en dos actos, con
libreto de Libreto
de Angelo Anelli, y compuesta
en menos de un mes por Rossini, alcanzo un éxito imparable que hizo que
Stendhal recordara que “nunca una ciudad había gozado tanto de un espectáculo
tan afín a su carácter”. Para el compositor, que gestar esta nueva ópera fue en
cierta manera un entretenimiento, los reiterados bises y estrepitosas ovaciones
con que fue recibida lo desconcertaron y le hicieron decir: "Ahora estoy
tranquilo. Los venecianos están más locos que yo".
Un
diario veneciano daba así la noticia de su estreno: “La música
del señor Rossini debe ser añadida a las numerosas demostraciones de este
ardiente genio que, habiendo debutado de manera brillante en su carrera, sigue
a galope las huellas de los maestros del arte más sublime. Si no se reconociese
en ella los tintes que son propios del compositor, difícilmente podríamos creer
que haya podido realizar, en el espacio de 27 días solamente, un trabajo tan
excelente, que llevó al más vivo entusiasmo a un público que no se equivoca… “
Desde aquella primera serie de
representaciones venecianas, la comedia recorrió las otras ciudades de la
península y llego a ciudades como Londres, Barcelona, Munich, Paris, San
Petersburgo o Rio de janeiro entre otras muchas. Sin embargo, después de haber
conocido tantos éxitos, comenzó a ser desplazada por la más popular de las
creaciones de Rossini El barbero de
Sevilla, y por otras óperas de diversos autores que pasaron a convertirse
en favoritas del repertorio operístico.
Manuela García
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