Hola,
estoy aquí para contaros el viaje
del grupo a tierras aragonesas de Huesca.
En Alcañiz y en compañía de una guía nos fuimos enterando de todas las
cosas de la ciudad. Su nombre actual proviene del árabe, quizá de Al-Qannis que
significa “las cañas “, muy abundantes en la ribera del rio Guadalope, en cuyas orillas se levanta la ciudad.
Debajo
de la oficina de turismo, nos descubrió nuestra guía, unos estrechos pasadizos
subterráneos que nos llevaron a un nevero medieval donde se guardaba durante
todo el año la nieve y el hielo recogido en invierno para la conservación de
alimentos y otros menesteres. Estos túneles también servían para facilitar la
huida en caso de peligro. Igualmente existe la creencia de que hubiera podido servir a la
inquisición y sus tribunales.
Muerto en 1134 en Huesca Alfonso el Batallador, sin
dejar descendencia, medio obligaron a Ramiro, obispo de Barbastro, a que ocupara el trono pues Alfonso había
legado el reino a la orden militar del Temple.
En 1135 ocurrieron los hechos que
dieron lugar a la truculenta leyenda de la campana de Huesca. El rey Ramiro II
decapitó a doce nobles que le presentaban grandes problemas. Contemplamos el
magnífico cuadro de Casado de Alisal que representa una estancia subterránea en
la que el rey Ramiro II señala con la mano abierta las doce cabezas cercenadas
de los nobles rebeldes, dispuestas en círculo entre las que destaca colgada de
una cuerda, la del obispo.
Las cabezas decapitadas las
encontró en un depósito de cadáveres y las usó en distintas posiciones. Bajando
la escalera aparecen otros nobles, que contemplan horrorizados la escena. Como
anécdota el guía nos contó que el
pintor usó a diversos amigos como modelos para los nobles de la escalera, entre
ellos los hermanos Bécquer, pintor y escritor respectivamente.
Después de muchos avatares de
conquistas y reconquistas por sucesivos reyes, fue Alfonso II de Aragón
el último en reconquistarla. También fue sede del parlamento de la Concordia en 1411 para elegir al
sucesor de la corona de Aragón tras la muerte de Martin el humano. De este
proceso salió elegido Fernando de
Antequera.
Los
guías nos contaron todas las anécdotas divertidas sobre los reyes y monjes. Y qué
manera pedagógica tenían estos para meter miedo expresando en los capiteles y
pinturas las escenas de los
castigos del infierno, de los pecados, de la vida de Jesus. Nos hablaron de los
reyes magos que no representaban lo que creíamos, sino que simbolizaban
las edades de la vida: el pasado
el presente y el futuro.
Aprendimos
que Pedro IV El Ceremonioso era bajito y se hizo construir un casco metálico
que medía 30 centímetros para parecer más alto.
Visitamos
el Castillo de Loarre, una
formidable fortaleza, donde se rodó una película medieval, de las Cruzadas
parta ser exactos. Ahítos de historia y de cultura regresábamos cada noche a al
hotel…la comida ¡que reparadora! Al ser un grupo relativamente pequeño nos dio
ocasión de conocernos mejor. Adolfo tan vital y la dulce
Esther, como siempre pendientes de todo.
En
Barbastro visitamos las bodegas del Vero, en la zona del Somontano. Allí
disfrutamos sobre todo de una degustación de los ricos caldos y de unos
aperitivos. Naturalmente compramos vino.
Conocimos
también en Calanda al “último carlista”, un personaje pintoresco que nos contó
su historia personal y se ofreció para en un futuro enseñarnos “de verdad” la
ciudad.
Visitamos el museo de Luis Buñuel,
un verdadero descubrimiento por mi parte. Podemos estar orgullosos de este
artista universal.
La
guía, encantadora, una señora del terreno, incluso nos cantó una de las jotas
que más le gustaban a Buñuel.
El
ultimo día, nuestro querido Adolfo, nos condujo bajo el sol, no de la Toscana, si no de Aragón, en un increíble
paseo de dos kilómetros, en busca del autobús perdido.
Se lo perdonamos porque
es un maravilloso comentarista de cine y nos distrajo durante parte del viaje
hablando en este caso de Luis Buñuel.
En
fin….que os voy a contar a todos los que habéis participado en este recorrido,
peregrinaje de la ruta del vino.
Animo a todos los demás amigos de La Nau Gran a acompañarnos en los próximos viajes. Ha sido una
magnifica experiencia.
Elena
Carpintero
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