El miércoles,
21 de mayo, y desde el sitio de costumbre, comienza la excursión a las estepas
de Talayuelas. Salimos puntuales a la hora prevista esperando pasar un buen día
y deseando que el tiempo acompañe.
Sin ningún
problema llegamos a nuestro destino y comenzamos un pequeño paseo, guiado por
nuestro compañero José Manuel Talens, hasta El Cañón también llamado el Canto del Yeso.
Es una formación geológica con un
magnífico desfiladero de tierra roja y formado por siglos de erosión del viento
y del agua; este lugar se llama popularmente “la plaza de toros” o “el anillo del toro”. Son unas
espectaculares vistas panorámicas a sólo cinco kilómetros de Talayuelas. Unos
hierros clavados en la tierra nos advierten que no debemos sobrepasarlos ya que
es un terreno inestable y podría provocar una rotura con graves consecuencias.
Aprovechamos
este estupendo enclave para reponer fuerzas, todos sacamos nuestros bocadillos
y entre charla y bromas recargamos la batería.
Continuamos el
camino por una pista forestal y el área recreativa “La Olla” hacia el Mirador,
por lo alto de la sierra y por la ladera del pico Ranera. Los miradores son
tres: Mirador de la Sierra, El Pulpitejo y El Tormo.
Nos dirigimos a la Laguna
de Talyuelas a la que acuden gran número de aves para invernar; entre otros, la
garza, el pato cuchara, el ánade real, el porrón… y especies como la ardilla,
la garduña, el tejón o el gato montés.
Después el autobús nos acercó al Monasterio de la Virgen de Tejeda de los
siglos XVI a XVIII con dos interesantes claustros. La leyenda cuenta que un
pastor, llamado Juan de Tejo, encontró la Virgen y en su honor se
levantó una sencilla emita; con la llegada de los trinitarios descalzos se
edificó la iglesia y el convento. En 1693 con la gran sequía, se llevó la
Virgen por primera vez a Moya. Se
decidió que esta romería se haría cada siete años el 16 de septiembre. La
Virgen es subida a pie, desde el santuario hasta Moya y allí permanece durante
nueve días.
Comemos en el Hotel-Restaurante
Moya que nos sorprende con una estupenda comida casera, bien hecha y abundante.
Luego de comer hacemos una pequeña
caminata de 7 k. por el camino de la Cueva de la Virgen durante el que nuestro
compañero José Manuel nos ilustra sobre la flora del recorrido. Después de una
hora y media damos por terminada
nuestra excursión. Lo hemos pasado tan bien y nos ha gustado tanto que
proponemos repetirla en otoño para recoger setas y endrinas. Comenzamos la vuelta a la ciudad.
(Texto de Amparo Paredes. Imágenes de Antonio Guillemes y Conxa Ortega)
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