Una de las fechas que la Asociación toma
siempre para los viajes largos es la semana de Fallas, siete u ochos días para
para ver, conocer, admirar y contactar con otros lugares de nuestra Península,
o si se tercia, más allá.
En este marzo de 2015 por tierras andaluzas se
optó por la provincia de Málaga y una parte de Cádiz, correspondiente a los
pueblos considerados como blancos; una denominación un tanto discutible en
cuanto la mayoría de los pueblos andaluces son blancos.
El viaje se inició con unos problemas
inherentes al bus, como, ya en ruta, comprobar que no iba el micrófono algo
necesario e imprescindible, resuelto al día siguiente con el cambio por un
excelente autobús. La mañana del primer día, de cualquier forma no nos era
demasiado propicia, ya que la comida, en un curioso lugar-museo cercano a
Antequera, no nos deparó demasiadas alegrías entre otras cosas por el servicio
del museo-restaurante.
Por la tarde ya comenzó el verdadero sentido
de un buen viaje. Sorprendente la visita, y la explicación, en Lobo Park (muy
cerca, pero en sentido contrario de la marcha del Torcal de Antequera), donde
pudimos contemplar, y tener muy cercanos tres especies de lobos, cada una
representativa de un lugar y donde sobre todo sorprendieron los lobos blancos
caucásicos.
Desde allí al céntrico hotel de Málaga, al
lado de la elegante calle Larios, donde todo estaba preparado (sillas,
tribunas) para el inicio de las procesiones de la Semana Santa. Y limpias, casi
en su totalidad, las calles de la cercana huelga de basuras.
Málaga con sus numerosos bares (o
restaurantes) de tapas elaboradas y exóticas (entre ellos el célebre café
Chinitas), sus menos numerosos museos, la original catedral conocida como la manquita (una de sus torres nunca ha
sido terminada), la pequeña pero coqueta alcazaba, el nuevo paseo del puerto,
el teatro romano… es una ciudad para pasear, disfrutar, conocer y saborear poco
a poco.
A uno le resulta muy curiosa la Catedral, la
coqueta alcazaba (como una muy pequeña Alhambra), el museo Picasso, ¡que menos
siendo la ciudad donde nació!, el de San Petersburgo o el Pompidou, un
monumento del arte moderno y donde además, podría cundir el ejemplo, dejan
hacer todo tipo de fotografías. Eso sí, un museo que, por su entidad de arte de
vanguardia, a unos les entusiasma mientras otro prefieren ignorar o se
revuelven contra las obras expuestas. En uno u otro caso el arte, en este caso
en su ansia de provocación, cumple su objetivo
Fuera de la ciudad nos acercamos a Casares, la
ciudad donde naciera Blas Infante, con su vista impresionante a lo lejos, a
medida que nos acercábamos, y la belleza de sus calles siempre, como en la
mayor parte de estos lugares, en ascendente. Y además con la sencillez y
simpatía de sus habitantes. El otro lugar que visitamos es Mijas, conocido como
el de los burritos, por sus vehículos turísticos
para recorrer el pueblo.
Nuestro alojamiento cambio a mitad del viaje.
Si en la primera parte habíamos pernoctado en Málaga ahora lo hacíamos en la
bellísima población de Ronda, lugar y refugio de tantos artistas, escritores y…
toreros. Cerca, se dice, en la finca de los Ordoñez se encuentran las cenizas
de Orson Welles.
En el camino hacia Ronda, al no poder llegar a
la zona de los pinsapos, nos dirigimos a una pequeña localidad, hermosa como
todas, Tolox, al pie de la Sierra de las Nieves, con el barrio de la rinconada
del Castillo o sus paseos por el campo por el que algunos optaron hacía la
ermita de la Virgen de las Nieves sin olvidar, en el camino, la fuente de aguas
sulfurosas de la fuente Amargosa. Y es que en Tolox existe un balneario para la
cura de enfermedades respiratorias.
Ya en Ronda, los que no conocían la ciudad,
quedaron asombrados. Son muchas cosas, aunque algunos sobre todo se puedan extasiar
con su plaza de toros, cuyo ruedo es el más grande del mundo (demasiado tiempo
dedicó la guía local a esta visita cuando hay muchas maravillas en esta
localidad y que algunos tuvimos que admirar por nuestra cuenta). Entre otras su
conocido, y reconocido, tajo sobre el río que separa ambas partes, la moderna y
la antigua, de la ciudad. No sólo, están sus plazas, los edificios palacios
antiguos, las puertas de las murallas (con una cierta semejanza a las de
Ávila), el paseo que circunda la muralla y que lleva a los baños árabes, el
puente viejo o el Arco o la puerta de Felipe V. Nada extraño que una ciudad así
atrajese a poetas y escritores como Rilke Irving, Joyce y muchos, muchos más.
En Ronda, además, pudimos contemplar estos curiosos abetos propios de la Sierra
de las Nieves y de Grazalema, de gran protección: los pinsapos.
Desde Ronda hicimos varias rutas. En una de
ellas conocimos otra población de gran hermosura, Arcos de la Frontera, eso si
con sus subidas y bajadas continuas. Uno se sorprende que por estas calles
puedan bajar, y subir, los pasos de la Semana Santa llevados por los
correspondientes costaleros. Pero, los suben y bajan. Una población para
deleitarse recorriéndola.
Un zigzagueante camino nos condujo a Grazalema. Merece la pena hacerlo y ver la
población allá abajo como protegida por las alturas. Desde allí se dominan unas
vistas impresionantes y en sus alrededores, e incluso en su interior, nos
encontramos con más pinsapos.
Al día siguiente fue la sorprendente Setenil
de las Bodegas con sus casas, en las calles del Sol y de la Sombra, construidas
sobre la roca siguiendo el conductor del río. Los que quisieron, pudieron,
tuvieron tiempo, cuesta arriba se acercaron al castillo o la Iglesia. Una vista
magnífica del pueblo, ya en nuestra marcha con el autobús, se tenía mientras,
ascendiendo la carretera, nos dirigíamos hacía Olvera dominada por la Iglesia y
el castillo elevado en lo alto. Una población, como otras de la zona,
considerara como de interés artístico-cultural.
Después de la comida casera, muy agradable, en
un bar-restaurante de Zahara de la Sierra nos dirigimos hacia Ubrique. Después
de tantas cosas maravillosas como habíamos visto a lo largo de la semana, nos
supo más bien a poco y desde luego, a pesar de su interés, resulto excesiva la
visita al museo de la piel. No hay que olvidar que esta población es una de las
más importantes en la fabricación-preparación de la piel.
Después de esas visitas volvimos, cerrando el
viaje en la primera población andaluza de la que habíamos partida, a Antequera.
Una bonita visita por la ciudad, en la que nos faltó la alcazaba, para
terminar, allí mismo, en los sorprendentes conjuntos dolménicos que se
encuentran en las afueras de la población. Simplemente impresionantes.
Una muy buena comida el Loja dijo su adiós a
un viaje en el que hemos catado muchas cosas novedosas subiendo y bajando por
pueblos y localidades hipnóticas en su hermosura. A.B.
(Fotos de Elvira Ramos y Francisco Gómez-Salcedo)
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