Segundo año que la
asociación realiza un viaje fin de año. En éste en vez de salir fuera de España
(en el pasado año Roma fue nuestro destino) decidimos ir a la bella
Córdoba, ciudad a la que se había
viajado hace unos años. Se volvía ahora, a ella, por… Navidad, esperando podernos
encontrar más tranquilos, menos agobiados que en la congestionada ciudad romana. Y sí
acertamos en eso, aunque grupos viajeros no faltaban, y en el tiempo. Un día
antes de llegar llovía, el día después de irnos también. De momento, en al
menos el 90% de nuestros viaje parece que también ha sido contratado el buen
tiempo.
Un viaje de
ida vuelta cómodo en AVE con alojamiento
en un hotel en la misma plaza de la mezquita.
Visitamos la
mezquita-catedral la tarde de nuestra llegada. Tuvimos una excelente guía
local, que nos descubrió uno de los más maravillosos lugares de la península
desbordante de historia, de cultura. Riqueza y belleza se distribuyen en el
recinto embellecido erguido cuando Córdoba era la gran ciudad califal. Fernando
III al tomar la ciudad supo que aquel lugar debía seguir en pie para asombro de
los siglos venideros. En su interior se habilitó una catedral pero con estilo.
A lo largo de toda la tarde fuimos empapándonos de todo el inmenso espacio
dedicado a la oración. También de los alrededores para terminar entrando en el
impresionante barrio judeo-árabe por la puerta de almodóvar, guardada por la
estatua de Seneca, uno de los grandes personajes que junto a Góngora,
Maimónides, Lucano, Averroes y muchos más, dieron renombre y luz a su lugar de
nacimiento.
A lo largo de los
días con guía local o por nuestra cuenta, en el tiempo libre, iremos
descubriendo plazuelas, callejones de gran belleza. Iremos, o volveremos, por
la calle Céspedes, recorrida en ambos sentidos, para dirigirnos a la Plaza de
las Tendillas o hacía la de la Corredera. O irnos hacia la Plaza del Potro o
simplemente perdiéndonos por el laberinto de las callejuelas del sorprendente
casco antiguo para encontrarnos con el Cristo de los Faroles o la Plaza del
Potro, los bonitos patios por la zona Alcázar Viejo, la singular capilla
barroca de San Bartolomé.… Caminamos para descubrir los secretos de la ciudad,
la historia que rezuman sus calles sin tiempo casi para saborear las excelentes
tapas que aquí y allá nos asaltaban regadas con un buen vino de la tierra. O
haciendo cola en el bar de las tortilas en
la propia plaza de las mezquitas. Nos sorprende, y admira, el pasado de una
ciudad donde se pasa de la dominación romana (esas columnas incrustadas en la
esquinas de las calles) a la confluencia judeo-árabe y la, luego, implantación
cristiana con el alcázar para recordar la presencia en el lugar de Isabel y
Fernando en la antesala de la toma de Granada.
FIN Y PRINCIPIO DE
AÑO CON SORPRESAS
Noche animada de
fin de año, con uvas y cava, con gente y televisión en directo para canal Sur
en la Plaza de las Tendillas, donde las campanadas del reloj se sustituyen por
pequeños rasgueos de guitarra. Allí bastantes de los viajeros brindamos por el
nuevo año visualizado con la esperanza de que sea mejor que el pasado, aunque
la verdad, al final será igual que el pasado, al fin y al cabo el paso de un
mes otro tan sólo supone un cambio repleto, como en años anteriores, de buenas
intenciones.
Y en medio de la
noche y el día, del día de fin de año se produjo el gran misterio de las tarjetas del hotel que se
desactivaron como si unos traviesos duendes tratasen de divertirse con sus ocurrencias
en esa noche señalada. No se trataba tan solo de una simple activación, ya dada
a conocer, por el cambio de año, por los recepcionistas del hotel sino de un
ordenador que decidió, por su cuenta, señalar claramente esa fecha.
¿Qué ocurrió? Después
de una cena de calidad… propia de fin de año, con un muy buen ambiente (y
grupos de coro y baile formados por alegres compañeras), donde lo mejor fue el ambiente de todo el
grupo ocupando en exclusiva un patio, y sin olvidar un camarero que parecía salir
de la película El guateque, varios
nos dirigimos a comer las uvas a las Tendillas. Allí un grupo musical animaba
el ambiente de la Plaza repleta de gente en espera de las doce campanadas emitidas
por Canarl Sur. Después de las doce, con las uvas una y una, los parabienes,
abrazos y fuegos artificiales, fuimos hacia el hotel. Por orden de llegada
fuimos, digamos, cambiando la activación de las tarjetas de las habitaciones.
Los primeros en hacerlo se fueron a descansar sin problema, el resto… no entró
en su habitación hasta horas después. Problema que se trasladaría a la mañana
siguiente a quien no había ido al ritual de las uvas regido por el rasgueo de
la guitarra.
No hubo manera de
entrar por mucho que se activaran las llaves. Hubo que descerrajar las cerraduras,
poner otras nuevas. Cuando todo parecía en orden, la juguetona tarjeta, en días
sucesivos, exigía volver a ser alimentada por el ordenador.
En aquel día de
zozobras hoteleras, de la persona de mantenimiento trabajando a tope, algunos,
sin problemas, subimos al minarete. ¡Que maravillosa visión de la ciudad desde
lo alto! Desde allí arriba se domina no sólo la ciudad, también se descubre
toda la estructura de la mezquita: la relación de sus naves, la parte central
con la Catedral propiamente dicha.
Que no eran tales para quien las sufría como
por ejemplo a los que en la noche de fin de año no pudieron entrar en su
habitación hasta que no pudo llegar alguien de mantenimiento, viéndose obligado
a cambiar hasta la cerradura de la puerta. Algunos de esos revoltosos duendecillos
también quisieron seguir, en la mañana, embromando a los sorprendidos viajeros
y hasta a los mismos empleados del hotel. Y para seguir la fiesta nos
dispersamos en busca de buenos restaurantes, repletos en el día de año nuevo,
donde se pudo en sitios tan celebrados como Bodegas Campos o Casa Pepe, el de
la Judería donde por cierto, en su visita a Córdoba, comiera Juan XXIII, El
Pisto o en otros sitios no tan celebrados pero de muy buen comer.
JAÉN, LUCENA,
PRIEGO
No sólo, en estos
días viajeros, vimos, estuvimos en Córdoba, donde poco dejamos de ver, aunque
si algunas cosas porque ya se sabe siempre hay que dejar algo pendiente: será
un motivo para volver, no, también en estos días visitamos Jaén con su castillo
en lo alto, sus enormes baños árabes o su impresionante catedral y anduvimos por
las tierras de la subbética cordobesa, en dos poblaciones diferentes pero ambas
destacables: Lucena y Priego
En Lucena
impresiona su pasado judío. La historia de una ciudad que lleva a judíos
residentes de los Estados Unidos a volver a la tierra de sus antepasados para
orar en el cementerio judío de la población. Aquí, en la torre del castillo,
estuvo prisionero de los Reyes Católicos, Boadil, en su plaza la Iglesia
impresionante de San Mateo con un excelente retablo y una majestuosa, y
apabullante capilla del Sagrario modélica representación del barroco andaluz.
Lástima que la niebla no nos permitiera, desde la altura de la ermita de
Nuestra Señora de Araceli, patrona de Lucena, dominan la gran extensión de
tierras que nos permitieran llegar a
cuatro provincias andaluzas. Una gran comida a mitad de la ladera de la subida
a la ermita, corono la excelente visita a esta tierra con regusto sefardí, pero, la gran sorpresa de la subbética
cordobesa sería el descubrimiento, para quien no la conocíamos de Priego.
Priego es hermosa,
singular, sorprendente, con su balconada, sus fuentes, las casas de estilo,
digamos, modernista, el museo dedicado a Niceto Alcala Zamora, el primer
presidente la II República Española, o su barrio antiguo que parece un enorme
patio andaluz. ¡Qué población más sorpresiva y hermosa rodeada de olivos (dicen
que por estos lugares hay sesenta millones de olivos)! Todo un hallazgo, Uno, sin demasiado
esfuerzo, se enamora de este Priego en uno de cuyos parques, el que se abre a
la enrome balconada, rinde homenaje al niño cantor Joselito. Y desde Priego,
ojo Priego de Córdoba, nos dirigimos al poblado ibérico del Cerro de la Cruz.
Otra, a través de una guía, gran lección sobre el yacimiento, las obras y el
entorno.
CON MEDINA AZAHARA
COMO FONDO
Dejamos el último
día para la ciudad, enorme, excavada en parte, grandiosa, de Medina Azahara.
Sea como sea, si Abderraman III la construyó para su favorita, si fue para
prolongar/ampliar la grandeza de Córdoba o como, o para lo que fuese, es
impresionante pasear por sus ruinas y rememorar el esplendor que tuvo. Por la
tarde volvimos a Valencia en el AVE pero ese día, si comidas anteriores fueron
buenas, en la zona residencial de las ermitas, saboreamos un gran comida toda
ella típica de Córdoba. Una manera de darnos energía para seguir buscando, en
la vuelta a Córdoba y el tiempo que teníamos libre hasta la salida del tren,
lugares, sitios, museos que aún teníamos en la lista. Varios se decidieron por
los patios, muchos patios, del Palacio de Viana y luego en volver a pasear por
la calle Céspedes abajo para despedirse de la ciudad pasando nuevamente por los
muros de la mezquita-catedral y diciendo adiós al Guadalquivir desde el puente
en cuyo extremo se encuentra la Torre de Calahorra.
Escribe: Adolfo Bellido. Fotos: Elvira Ramos
No hay comentarios:
Publicar un comentario