26/3/14

Entrevistas a los ganadores de nuestros concursos año 2013

Entrevistamos a María Miranzo, Roberto Navarro, Juan Antonio Navarro y Joan Ribes, ganadores de los concursos de Amigos de La Nau Gran año 2013 de Relato, Pintura, Fotografía y Poesía.



Entrevistas Ganadores 2013 from Amigos Nau Gran on Vimeo.

15/3/14

VIAJE POR BARCELONA Y TARRAGONA, DEL CAVA AL CALÇOLT



Hace unos días realizamos el viaje por las provincias de Barcelona y Tarragona, un viaje que nos llevó del cava al calçot pasando por una joya arquitectónica, Santes Creus, y por una histórica ciudad, Tarragona.
He querido dejar pasar un cierto tiempo antes de iniciar este relato, intentando, con ello, no dejarme llevar por la euforia que supone el goce de un acontecimiento, acercándome en lo posible al objetivismo y la imparcialidad a la hora de contar lo vivido en el mencionado viaje.
Aún noto el olor a calçolt en los dedos de mis manos, yo creo que mis sentidos han decidido encontrar un recurso para revivir los días del viaje y es mi subconsciente el que reproduce el olor, no queriendo olvidar.
A la habitual hora en que se nos suele citar para estos viajes, las siete menos cuarto, todos estábamos en la puerta de la Facultad de Geografía e Historia. Gracias a ello a la hora prevista, las siete, iniciábamos puntualmente la salida.
Conducidos con gran seguridad y pericia por Julio, amparados en los conocimientos y bien hacer de Esther, y bajo la amena y experta batuta de Adolfo, con algo de sueño y mucho de ilusión nos pusimos en marcha.
Tras una parada intermedia a la altura del delta del Ebro, traspasando la provincia de Tarragona, nos adentramos en la de Barcelona. Rodeados de viñas, manteniendo a la derecha el tranquilo mar Mediterráneo y divisando al frente las soberbias crestas de Montserrat, a las once, llegamos al Alto Penedés,  a la localidad San Sadurní d`Anoia, la capital del cava, donde están instaladas las bodegas de Codorniu. 
Previamente, y mediante un audiovisual, nos sumergimos en la historia de Codorniu, que se inicia a mediados del siglo XVI.
La visita a Codorniu la realizamos en unos trenecitos eléctricos, con los que recorrimos tanto los exteriores como el laberinto de cavas subterráneas en las que se desarrolla, a temperatura constante, la fermentación y crianza de los cavas.
Si impresiona el intrincado recorrido subterráneo es más impresionante el conjunto de edificios proyectados por el arquitecto Josep Puig i Cadafalch, en 1.895,  que constituyen la nueva bodega y que, con razón, se conoce como la Catedral del Cava. Componen el proyecto varias naves de estilo modernista mediterráneo.
Ante una curiosa maqueta de metacrilato la guía de la bodega nos fue explicando cómo  se elabora el cava. El proceso de vinificación comienza con un prensado de los mostos, una clarificación para eliminar fangos y una fermentación en grandes tanques. Se continúa  añadiendo el licor de tirage,  y que al fermentar (segunda fermentación) produce dióxido de carbono y el aroma. Las botellas se dejan reposar. La crianza dura, al menos, nueve meses. 

Para eliminar impurezas se hace el “removido”, situando las botellas en pupitres inclinados y girando las botellas periódicamente. Se acumulan los sedimentos en el cuello de la botella y se procede al degüello, operación que hoy día se realiza por congelación de dicho cuello. Al destapar la botella se dispara el bloque de hielo con los sedimentos atrapados. El líquido perdido se sustituye por el licor de expedición, que es azúcar disuelto en vino blanco. Los distintos tipos de cava viene determinado por los azucares añadidos.

Una vez impregnados de  la historia, arquitectura, tradición y la teoría sobre la viticultura y elaboración del cava, pasamos a la sesión práctica, con la cata de dos excelentes productos que templaron el ánimo y dieron por finalizada la interesante visita.

De vuelta al autobús nos dirigimos al centro urbano de San Sadurní, al restaurante donde íbamos a comer. Durante el trayecto Adolfo nos comunicó que en la jornada tendríamos una grata sorpresa, sin revelarnos el contenido de la misma.
El menú estuvo compuesto de una ensalada catalana, un sabroso cordero, unos variados postres y un tardío, pero necesario, café que pudo hacer peligrar, por su tardanza, el rígido horario de visita de Santes Creus.
Tras la comida, unos cuarenta minutos de recorrido, aprovechados para dormitar brevemente y prepararnos mentalmente para recibir el impacto de la esplendida  abadía cisterciense, monumento nacional, erigida en el siglo XII, de Santes Creus, ya, de nuevo, en la provincia de Tarragona.

Pero nos vimos sorprendidos, al llegar a la explanada de la plaza de San Bernardo que se abre ante la portada de la iglesia, por una concentración de un gran número de “Ferraris”, de variados modelos y colores. La primera idea que nos vinos a la cabeza fue que, recordando el anuncio de Adolfo,  la sorpresa era la adjudicación de un “Ferrari”, mas rápidamente nos vimos desilusionados y tuvimos que seguir elucubrando sobre la posible materia de la misma.
Pero pronto quedaron olvidados los “Ferraris”, bastó mirar la portada románica, ampliamente abocinada, y el imponente ventanal gótico  de la fachada de la iglesia de la abadía. Y aún más cuando penetramos en el claustro gótico y pudimos contemplar la magnificencia de la tracería de sus ventanales, sus estilizadas columnas y la  ornamentación de sus capiteles. Hay que mencionar que en uno de esos capiteles, el maestro ingles Reinard de Fonoll, autor de la construcción del claustro, dejó una especie de autorretrato, en el que figura con las herramientas propias de los canteros. En el jardín del claustro se adentra un templete románico que alberga un lavabo que usaban los monjes para asearse después de sus labores agrícolas y antes de pasar al refectorio.

Bajo las explicaciones de nuestra guía local, Marta, continuamos la visita subiendo al segundo piso donde se encuentra el dormitorio, una amplia y diáfana sala en la que los monjes dormían con sus sayales sobre jergones de paja tendidos en el suelo.
Descendiendo, de nuevo, entramos en la sala capitular, románica, en la que destaca, además de sus estilizadas columnas de doble fuste que soportan arcos de medio punto y que se cubre con bóveda de crucería, la existencia en el pavimento del relieve de siete lápidas de las tumbas de otros tantos abades enterrados allí.

Y pasamos a la iglesia, iniciada en el siglo XII y terminada en el XIII. Ya desde el claustro habíamos observado el cimborrio octogonal gótico rematado por una cúpula barroca sobre linterna y que ahora podíamos contemplar desde el interior cubriendo el crucero. 

Marta nos explicó detalladamente las dos joyas de esta iglesia, que son los dos sepulcros reales, el de Jaime II y su esposa Blanca de Nápoles, y el del padre de Jaime II, Pedro III de Aragón. Este último descansa en una bañera romana de pórfido rojo, que eran utilizadas en aquella época como sarcófagos, y que Jaime II  hizo traer desde Sicilia expresamente. Nos relataba Marta que el rey era alto, sobre 1,80 metros, guapo y rubio teñido, y que su altura fue un problema para alojar el cadáver, hasta tal punto que tuvieron que cortarle los pies. Junto a este sepulcro se sitúa, en el suelo, la tumba de Roger de Lauria, que fue almirante de Pedro III y fiel servidor del rey. Tanto es así que, cuenta la leyenda, que si la tumba de este nunca fue saqueada es porque Roger de Lauria sigue defendiéndola aun después de muerto. 


En la iglesia sorprende el retablo que trasdosa el altar mayor, pero que comete el “delito” de ocultar un magnifico rosetón románico del ábside.
Saliendo del claustro pasamos por una especie de túnel-corredor con bancos adosados a la pared. Según nos contó la guía era el único lugar donde los monjes podían hablar, una especie de locutorio monacal, y su estratégica elección venía justificada porque siendo un lugar donde el único deseo era el de salir rápidamente de allí, ya que está sometido a inhóspitas corrientes de aire, se evitaba que las conversaciones entre monjes fueran muy dilatadas.
A través de él llegamos al claustro posterior, con arcos apuntados austeros, también llamado claustro de la enfermería, por ser el que utilizaban los monjes enfermos. Alrededor de él se encuentran varias dependencias, como restos de las cocinas que tenia comunicación con el refectorio. Por último pasamos a la primitiva iglesia del monasterio, de estilo románico, dedicada a la Trinidad, y convertida, también, en capilla de la enfermería.
Antes de despedirnos, Marta quiso explicarnos el origen del nombre de Santes Creus y nos relató la siguiente leyenda: los pastores del lugar solían, en invierno, traer sus ganados a las tierras de clima más suave. La gran cantidad de ganado dejaba materia orgánica en estos terrenos y debido a su putrefacción, cuando llovía, durante la noche, se desprendían gases fosforescentes, que formaban fuegos fatuos. Los pastores lo interpretaban como hechos sobrenaturales y milagrosos, e iban colocando cruces de madera allí donde veían las luces. Esto hizo que el lugar se conociese como “campo de Santes Creus”.
Tras esta curiosa narración dimos por terminada la interesante y cautivadora visita al recinto cisterciense de Santes Creus y nos pusimos en camino con dirección a Tarragona. Aproximadamente en cuarenta y cinco minutos aparcábamos en la plaza de la Imperial Tarraco, donde se ubica el hotel Ciudad de Tarragona, en el que teníamos concertado el alojamiento, con cena y desayuno incluidos.
Desembarco de maletas, reparto de habitaciones y tiempo de descanso hasta las nueve, hora de la cena.
El menú de la cena, compuesto de menestra de verduras, mero y pudding, todo ello acompañado de un vino de la comarca, dio paso a despejar la incógnita  de la sorpresa. Adolfo nos comunicó que, dado el carácter de los viajes que organiza la Asociación, estos se cierran con balance económico de resultado cero euros y que si sobra dinero, según la cuantía,  o bien se reparte o bien se agrupa y se procede a un sorteo. En este caso se sortearían tres cheques de sesenta euros cada uno. Se nos fue adjudicando un número y tres “manos inocentes” extrajeron las bolas de la suerte. El numero cuatro tuvo amplio predominio, salieron el 4, el 40 y el 49, correspondientes los tres a sendas damas, lo que por mera probabilidad, eran mayoría, era esperable. Por obvia prudencia no menciono el nombre de las agraciadas, todos conocemos el ansia depredador de nuestro querido fisco y del ministro del ramo.
A la mañana siguiente, tras el reparador sueño, a la cómoda hora de las nueve y cuarto estábamos alojando las maletas en el autobús y a la hora prevista salíamos a recorrer la ciudad de Tarragona, acompañados y dirigidos por dos guías locales, Georgia y Xavi.
Comenzamos con una visita panorámica de la ciudad, sus barrios y sus playas. Nos dirigimos al barrio del Serrallo, situado entre la vía del tren y el puerto. Para ello pasamos por los edificios de la antigua Fábrica de Tabacos, en cuyas excavaciones se encontraron restos del emplazamiento de un importante cementerio paleocristiano. Dejando a la derecha el río Francolí llegamos al puerto, centro de gran actividad, quizás el primero en movimientos de toda Cataluña. Pudimos contemplar diversas playas, entre las que destaca la del Miracle, aunque todas formadas por doradas arenas que dan nombre a la costa, Costa Daurada. Observamos la portada del cementerio británico, cementerio protestante más antiguo de España, donde se enterraron muchos de los defensores ingleses que colaboraron en la defensa del asedio que sufrió la ciudad en la Guerra de Sucesión.  Fuimos ascendiendo desde el mar por intrincados caminos, pasando por diversas urbanizaciones, hasta alcanzar la colina, a unos setenta metros sobre el nivel del mar, donde se ubicó la parte noble de la antigua ciudad romana. Es de destacar que para ello Julio tuvo que realizar, en el tramo final, una minuciosa maniobra que mereció y recibió el aplauso de todos.

Penetramos a través de las murallas romanas por el Portal del Roser y, conducidos por Georgia y, tras una introducción general en la que destacó el puzle de culturas y, consecuentemente de estilo urbanístico y arquitectónico de la zona que íbamos a recorrer, nos dirigimos al edificio de la antigua Audiencia donde se encuentra una amplia maqueta de la Tarraco romana.
Ante ella pudimos entender la organización urbana de aquella época, articulada en una terraza superior con el foro provincial y el circo, y un área residencial en torno al antiguo poblado ibérico y el puerto, en la que se encuentra el anfiteatro.
Nuestra guía local nos detalló cada uno de los recintos, indicándonos que el foro estuvo formado por dos grandes plazas una dedicada al culto imperial, con el templo del césar Augusto, y la otra a la administración. Sus dimensiones la convertían en la  plaza pública más grande del mundo romano. De esta plaza se conserva un ángulo, que visitamos posteriormente.
Del circo, dedicado a las carreras de cuadrigas, también es de reseñar  sus dimensiones, más de 300 metros de largo y más de 100 metros de ancho. A lo largo de la visita pudimos contemplar los restos que aún se conservan, aunque muchas de sus estructuras quedan hoy en el interior de comercios y casas de la zona. Asombra su capacidad, 30.000 personas, cuando la población de Tarraco era de 40.000 habitantes.
En la maqueta aparece un acueducto, Georgia nos explicó que había hasta cinco para el suministro a la población, pero que sólo se conserva el Acueducto de Ferreres, el llamado “Puente del Diablo”,  que suministraba agua desde el río Francolí.
Aunque en otro orden de cosas, y como paréntesis, dejemos constancia de que en el local donde se exhibe la maqueta hay un trozo de muro del año 1.936 con una pintada realizada el 19 de Julio en que se aclama a Largo Caballero y a Negrin.
Siguiendo con la ruta nos dirigimos por estrechas callejuelas hasta divisar la Catedral. Unas anchas y largas escaleras, a cuyos lados y en su arranque se sitúan dos bellas fuentes, dan acceso a la portada de la Catedral. En la explanada exterior de la Catedral  había instalado un mercado medieval y de anticuarios.
Las Catedral se levanta en el lugar que con anterioridad ocupaba el templo dedicado al culto imperial romano, templo de Augusto, y más tarde una catedral visigótica y una mezquita árabe. Su construcción se inició en el siglo XII y se terminó a mediados del siglo XIV, por lo que posee una estructura románica, de fuertes muros, adaptada luego al gótico. En su portada, de estilo gótico, destaca la virgen del Mainell, del parteluz, y en el tímpano la representación del Juicio Final, que Georgia nos detalló de manera muy precisa. La portada está flanqueada por doce estatuas de apóstoles y profetas. De su interior no pudimos contemplar mucho, ya que se estaba celebrando misa, pero nos sorprendió la capilla de Santa María de los Sastres, con un retablo de alabastro.
Nos encontrábamos en el punto más alto de la colina donde se asienta Tarragona, cuya altura exacta conoce Abdón que, con la ayuda de uno de los mercaderes y con el auxilio de un metro cedido por el mismo, midió la distancia entre la señal que marca la cota, del Instituto Geográfico, sobre el nivel del mar, creo recordar que era 69,70, y el suelo que pisábamos, que creo recordar era de 2,24 metros. El que esté interesado en saberlo que lo confirme con Abdón.
De allí continuamos el recorrido hasta el Pretorio, que es una torre romana y constituye uno de los ángulos de la plaza del foro. Contenía en su interior una gran escalera que comunicaba los diferentes pisos de la gran plaza porticada. En el siglo XVI se convirtió en Palacio de los Reyes y posteriormente en prisión. Desde la torre bajamos a las bóvedas inferiores del circo, que sustentan las gradas del mismo, y que están consolidadas con mortero de cemento y hormigón, ya conocido por los romanos.
Y para terminar la visita de Tarragona no hay mejor lugar que el Balcón del Mediterráneo, suspendido entre el mar y el cielo, a 35 metros sobre el nivel del mar. Allí es difícil acertar a dónde dirigir la mirada, a la derecha el puerto y el barrio del Serrallo, enfrente la playa del Miracle y a la izquierda el anfiteatro romano.
En el anfiteatro se realizaban las luchas de gladiadores. Se conservan sus gradas, en las que se detectan como se ocupaban según la escala social. Sobre el edificio romano se construyó una basílica en el siglo XI dedicada a los mártires a la que se superpuso una iglesia románica. De ello quedan restos.
El tiempo de espera a que llegase la hora concertada con el autobús se hizo corto; disfrutando del intenso azul del mar, de la rotunda luminosidad del cielo y sintiendo la cálida cobertura del sol, nuestros sentidos despidieron Tarragona con una grata sensación de tranquila paz, pese a la cantidad de personas que concurrían en el Balcón del Mediterráneo.
Y una vez en el autobús, camino de nuevo a la provincia de Barcelona, concretamente al corazón del Penedés, a Santa Margarida i els Monjos. Durante el trayecto tuvimos la satisfacción de poder escuchar un magnífico concierto de guitarra, del hijo de Antonio y Manuela, gracias a un CD que nos reprodujeron.
Una vez llegados a Ca N’Ayxela, típica masía catalana en un agradable entorno de viñedos, nos dispusimos a disfrutar de la deseada calçotada. Lo que no podíamos imaginar era que la comida fuera tan opípara, casi pantagruélica, y todo ello sin menoscabo de la calidad. Vaya el menú: sabrosos aperitivos, imprescindibles y numerosos calçolts, alcachofas, butifarra con judías blancas, chuletas de cordero y crema catalana. Todo ello bien regado con vino tinto de la zona y un sinnúmero de botellas de cava, producto del propio restaurante, y que se pudo comprar a módico precio.

Tras la foto del grupo que nos realizó Miguel Ángel, nos encaminamos al autobús para emprender la vuelta a Valencia. Nos quedaban unas cuatro horas de viaje.
Al principio fuimos sumidos en el sopor propio de la postcomida y una vez superado el transito, Adolfo, nos proporcionó la oportunidad de ver una excelente película, cine dentro del cine, galardonada con seis premios Oscar, dirigida por Vicente Minelli. Su título: Cautivos del mal. Y quedamos atrapados por la manipulación, abuso e imposición de poder del protagonista. La película fue tan acertadamente cronometrada que, tras la consabida parada intermedia, cuando reflejaba el fin nos encontrábamos en Valencia, en la Avenida de Cataluña.
Hoy ha transcurrido una semana justa desde que se acabó el viaje y puedo decir que fue un placer y que aunque, como dice Jorge Manrique, el placer se va presto, en este caso al recordarlo no siento ningún dolor sólo la alegría de haberlo vivido y del recio y burbujeante sabor del cava y del perdurable olor de los calçolts y de las inolvidables imágenes del arte contemplado y del mar y el cielo de Tarragona.
Gracias a todos por vuestra compañía.
 (Manuel Pérez Saenz)





11/3/14

Nuevo programa de radio AMIGOS DE LA NAU GRAN UNIVERSITAT DE VALÈNCIA


En este enlace tenéis el último programa que ha grabado el grupo de radio de nuestra asociación, que coordina Manuela Estellés :   26 de febrero 2014




Hui parlarem en el nostre col·loqui de les ajudes socials, la força del voluntariat i les ONG. Repassem les activitats culturals destacades del mes. Josep ens parla de la serra Calderona i els seus tresors ocults i ens acomiadarem amb les curiositats de Pilar.

2/3/14

LA ITALIANA EN ARGEL, ópera de Rossini





            La italiana en Argel narra la historia de Isabella, una italiana que se va a Argelia para conseguir la libertad de su amado, Lindoro, esclavo del hombre más poderoso del país, Mustafá.
            Estrenada el 22 de mayo de 1813 en el teatro San Benedetto de Venecia, La italiana en Argel es una clásica ópera bufa de tema "musulmán" como lo fue años antes, El rapto en el serrallo, de Mozart, a la que Rossini tuvo en cuenta al componerla. La escena se sitúa en el palacio del bey de Argel, Mustafá, un autócrata que algo cansado de su actual esposa  desea cambiarla por otra, a ser posible italiana. Da la casualidad de que Isabella, una italiana, anda recorriendo las costas de Argel intentando rescatar a su amado, Lindoro, que presta sus servicios al bey en calidad de esclavo. Isabella cae prisionera y luego es entregada al bey, pero la intrépida italiana se las arregla para conseguir que un atónito Lindoro esté a su servicio, día y noche, dando pie a los enredos y engaños subsiguientes.

La italiana en Argel vuelve a un sub-género muy apreciado en el siglo XVIII, que evidencia una marcada predilección por el exotismo, en este caso la llamada "ópera turca" en la que el temido invasor otomano, siempre al acecho del territorio europeo, era ridiculizado en estas comedias que lo convertían en objeto de burla. Se trata, sin duda, de una obra menor, de Rossini y del repertorio operístico en general que tuvo un gran éxito debido a su trepidante partitura y a su divertida historia.
            Desarrollada en dos actos, con libreto de Libreto de Angelo Anelli, y compuesta en menos de un mes por Rossini, alcanzo un éxito imparable que hizo que Stendhal recordara que “nunca una ciudad había gozado tanto de un espectáculo tan afín a su carácter”. Para el compositor, que gestar esta nueva ópera fue en cierta manera un entretenimiento, los reiterados bises y estrepitosas ovaciones con que fue recibida lo desconcertaron y le hicieron decir: "Ahora estoy tranquilo. Los venecianos están más locos que yo".
            Un diario veneciano daba así la noticia de su estreno: “La música del señor Rossini debe ser añadida a las numerosas demostraciones de este ardiente genio que, habiendo debutado de manera brillante en su carrera, sigue a galope las huellas de los maestros del arte más sublime. Si no se reconociese en ella los tintes que son propios del compositor, difícilmente podríamos creer que haya podido realizar, en el espacio de 27 días solamente, un trabajo tan excelente, que llevó al más vivo entusiasmo a un público que no se equivoca… “

            Desde aquella primera serie de representaciones venecianas, la comedia recorrió las otras ciudades de la península y llego a ciudades como Londres, Barcelona, Munich, Paris, San Petersburgo o Rio de janeiro entre otras muchas. Sin embargo, después de haber conocido tantos éxitos, comenzó a ser desplazada por la más popular de las creaciones de Rossini El barbero de Sevilla, y por otras óperas de diversos autores que pasaron a convertirse en favoritas del repertorio operístico.


Manuela García