Esta
provincia, injustamente olvidada, nos ha ofrecido toda su belleza. Posee un
rico e interesante patrimonio natural y cultural.
La capital
de la provincia, Guadalajara, fue fundada por los árabes. Alcanzó esplendor
cuando se instaló la familia de los Mendoza, en la segunda mitad del siglo XIV
y comenzó su decadencia con la marcha de estos a Madrid en el siglo XVII. La
fábrica automovilística Hispano-Suiza, creada en 1917, situó a Guadalajara en
la cúspide de la industrialización en España. Estaba destinada a la producción
de vehículos de lujo y armamento bélico. Cerró tras la Guerra Civil. Queda muy
poco patrimonio antiguo.
Visitamos
la Alcarria, comarca mundialmente conocida por la obra “Viaje a la Alcarria”
que Camilo José Cela escribió en el año 1946.
La villa
de Zorita de los Canes se encuentra bajo la protección de un majestuoso
castillo, antigua alcazaba construida en el siglo IX. Cerca del municipio se
encuentra la ciudad visigótica de Recópolis, de gran interés, fundada por
Leovigildo y dedicada a su hijo Recaredo, que es uno de los conjuntos
arquitectónicos de la época visigoda mas antiguos de Europa.
En la
villa de Pastrana, de trazado medieval, conocimos la historia de la princesa de
Éboli quien, por orden de Felipe II, pasó los últimos once años de su vida
prisionera en una habitación de su propio palacio. En esta época solo se le
permitía salir a un balcón enrejado de su aposento durante una hora al día.
Este hecho dio nombre a la plaza donde se encuentra ubicado el Palacio Ducal,
la Plaza de la Hora.
De la
comarca de la serranía conocimos algunos municipios:
Cogolludo.
Su nombre viene a significar cogollo debido a su ubicación sobre un
cerro y al apiñamiento de sus casas. Visitamos el palacio de los Duques de
Medinaceli, de estilo renacentista, del que solo se encuentra totalmente
reconstruida la fachada.
Albendiego
es una pequeña aldea en la que pudimos ver una bonita muestra del románico
rural, la Iglesia de Santa Coloma. Templo de finales del siglo XII que tiene un
hermoso ábside con celosías labradas consideradas como lo mejor del arte
mudéjar.
Sigüenza
era una ciudad medieval muy próspera de la que nos quedan algunos vestigios. Su
castillo, ocupado por diversos pueblos a lo largo de la historia, hoy es un
Parador que domina toda la ciudad desde lo alto. Pudimos ver las murallas y el
patio.
En la
Catedral visitamos el panteón del Doncel, cuya hermosa escultura destaca por su
perfección y peculiar postura. No se muestra al Doncel en posición yacente,
como en el resto de tumbas, sino leyendo posiblemente La divina comedia.
Es probable que sus padres quisieran recordarlo de esta forma dada su temprana
muerte.
También
en la Catedral conocimos la sacristía de las cabezas, llamada así por el gran
número de cabezas que hay labradas en el techo. Pudimos contemplar los seis
primeros volúmenes (cuatro del Antiguo Testamento y dos del Nuevo) de la Biblia
políglota del Cardenal Cisneros, escrita en hebreo, griego, latín y arameo.
Disfrutamos
en la casa del Doncel, aunque éste nunca fue su propietario, actualmente
convertida en restaurante, de la jornada gastronómica de las setas. Buen final
para un viaje en el que reinó la armonía característica de todos los Amigos de La Nau Gran.
(Texto y fotos de Carmen Marco)
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